A lo largo del camino nos topamos con frecuencia en la encrucijada de no saber. Frente a nosotros se abren dos opciones: por un lado la oportunidad de liberar y por otro lado la oportunidad de confirmar.
Como humanos evolucionamos de los mamíferos que tienen la propensión natural de no estar bien ante lo
desconocido, porque huele a peligro. Nuestro cerebro está listo para interpretar que estos instantes de incertidumbre se conviertan más bien en momentos de amenaza que de crecimiento. El registro que guardan nuestros genes es que es más importante sobrevivir que aprender.

Llegamos a Irún alrededor de la una de la tarde. El plan original era encontrar hospedaje en éste punto inicial, el cual considerábamos que sería el albergue municipal, pero no contábamos que a esa hora estaba cerrado y no abriría sino hasta las tres de la tarde.

De repente, lo que surge en la mente, como si nos brincara encima un sombrero invisible que envuelve la cabeza es la duda, que nos dejó deambulando por la ciudad sin un objetivo concreto. Seguramente tú sabes cómo es esa sensación de no saber: la atención está alerta y expectante; todo se enfatiza porque además te encuentras en un lugar que no conoces, vaya ¡ni siquiera sabes la dirección a cuál dirigirte! Así que abres bien los ojos y buscas señales, mientras el corazón late con fuerza en el pecho.

La mente que no sabe es temerosa y escurridiza; en general no nos gusta a los humanos esta sensación, pero si la has reconocido con mindfulness, puedes encontrar que es en el espacio de no saber donde la creatividad germina, en donde la valentía brinca con entusiasmo y en donde la equivocación no es tan amenazante.

Caminamos unas cuadras hasta que decidimos que era buena hora para comer y así hacer tiempo hasta que nos pudiéramos registrar. Pero la inquietud ya estaba sembrada, por lo que decidimos avanzar 19 km de distancia hasta la siguiente población. Era el primer día y el entusiasmo ya corría por las venas, sobretodo de Oscar que insistía que se sentía super hombre como para arremeter con cualquier camino, veloz y gozoso.

Así puede ser la mente del principiante y es una buena mente para iniciar: los desafíos pueden verse con entusiasmo y aventura, o con recelo y temor; y esta perspectiva inicial puede hacer mucha diferencia. Para mi, esta influencia positiva de mi esposo fue justo lo que necesitaba para no permitir que la incertidumbre nos detuviera.

Así que, ya avanzada la tarde, salimos buscando las flechas amarillas. Quien hace el Camino a Santiago va familiarizándose con estas señales que buscamos en momentos de no saber, para convertirlos en una especie de juego de atención y confianza. Cuando llegas a una encrucijada, a un desvío, a una vuelta y vuelves a sentir ese sombrero de duda, la invitación que hace el camino es abrir el corazón a la confianza y abrir los ojos con atención. Por un momento suspendes el empuje con el que tus pasos marchan porque te encuentras otra vez en el territorio de no saber, que te acompañará continuamente. Conforme los kilómetros pasan se va desperezando la confianza en la red de peregrinos que han andado por ahí antes que tú, y han dejado una señal para que no pierdas la dirección, y también se va despertando el juego de observar, porque las señales las encontrarás en las piedras del piso, en los troncos de los árboles, en las bardas o banquetas, más arriba, más abajo, un poco adelante, un poco atrás de donde estás.

Cuando eres un novato haciendo el Camino a Santiago, no saber es una de las principales experiencias que se escabullen bajo tu sombrero de peregrino. Olvídate del lodo o el cansancio: no saber se convierte en tu nuevo compañero. Además de no saber si el cuerpo, los pies, la salud y la fortuna serán tus aliados, nos iremos encontrando con otras muchas incertidumbres; una de ellas era si encontraríamos espacio en el siguiente albergue.

La verdad es que no somos unos héroes de la incertidumbre, pues es importante considerar que tanto es tolerable. Caminar te invita a ser transigente y no esperar nada seguro, pero eso no significa que no te anticipes y seas previsor. Para nosotros el saber cómo va a estar el camino o qué vamos a comer, no es tan importante como que finalmente vas a poder llegar a una cama para descansar; eso era lo importante. Además, como estábamos saliendo ya tarde, tuvimos la precaución de llamar con anticipación al albergue en Pasajes para reservar.

Con esta tranquilidad caminamos por el bosque hasta llegar a Pasajes. El camino estaba húmedo y lodoso, el cielo cargado de nubes obscuras, pero el sendero era de verdad bonito. Llegamos a pasajes mientras comenzaba a caer una ligera lluvia. No bien nos acercamos a la puerta, el hospedero nos anuncia que no hay lugares, que el albergue ya estaba lleno. “¡Pero he hablado por teléfono antes!,” me escuché decir con sorpresa y preocupación. Pues sí, había todavía una cama disponible y un colchón extra que acomodaron en el área del comedor y que esperaba nuestra llegada. ¡Qué bueno que habíamos llamado antes!, porque justo unos minutos antes habían mandado a otros jóvenes peregrinos a seguir caminando porque ya no había lugar. En ese momento empezó a llover fuertemente. Nos acostamos sin cenar, pues no habíamos considerado llevar comida, pero nos sentíamos a salvo, seguros, ya bañados y resguardados mientras las gotas de lluvia golpeaban sin cesar afuera.

novatos

A la mañana siguiente salimos del albergue con el estómago vacío pues a esa hora no encontraríamos nada abierto para abastecernos. Frente a nosotros solo estaba el reto de las escaleras, el camino y el no saber qué ni cuándo comeríamos. No saber te invita a ser flexible, a confiar y, efectivamente, en un momento crucial encontramos nuestro desayuno.

El itinerario que planeamos era caminar unos 24 km, cruzando Donostia San Sebastián hasta llegar a Orio, así que nuevamente llamamos con anticipación al albergue para anunciar que llegaríamos. De nueva cuenta fue una apuesta ganadora porque, como el día anterior, al llegar al albergue nos anunciaron que estaba lleno, pero por fortuna nuestra litera estaba esperando nuestra llegada. A partir de entonces esta estrategia fue la que implementamos para casi todas las etapas.

Más adelante tendríamos que aprender otras lecciones, referentes a la comida, a los pies y las ampollas, al peso que cargamos en la mochila y más, mismas que ya te iré contando.