“El rito está animado por un poder inmanente, una especie de virtud espiritual.” Marcel Mauss

Otra de las cosas que se revelan caminando a Santiago, es nuestra tendencia natural en todos nosotros los humanos de ir creando rituales conforme vamos transitando los instantes en la vida y las sorpresas que lo acompañan.

Con mindfulness voy dándome cuenta de éste tipo de cosas, que antes pasaban en automático, pero ahora mi mente va despertando a pequeños detalles inesperados (rostros y flores). La verdad es que cuando empezamos con esta aventura, no tenia una idea pre concebida no había pensado con anticipación como podría hacer que un reto físico, con cierta complicación logística, fuera posible transformarlo en un andar espiritual, porque visto llanamente es solo caminar y ya, para luego, al fin y al cabo, dejar que el camino me enseñe, y supongo que el camino te va enseñando y solo tienes que poner atención a lo que te está mostrando.

Así pues descubro que hay algunas cosas nos acompañan toda la vida, como esta tendencia a crear rituales, que embullen de significado lo trivial cuando se reconoce que es algo importante. A través del rito se despierta el poder, la capacidad transformadora de mirar el mundo en una celebración.

Estos ritos particulares que se fueron desarrollando, consistían en hacer una pausa consciente, poner atención para abrirnos y dejarnos conmover con los rostros de los hospederos y las flores del camino. Dos encuentros cotidianos, que fácilmente pasan desapercibidos si no sabes poner atención. Son similares en su belleza única, frugal, y en que son la punta del iceberg de historias ancestrales.

Estacionados en los albergues, los hospederos reciben cientos de peregrinos que pasan una noche, y al día siguiente ya se han ido: sombras olorosas y cansadas; exigentes y agradecidos al mismo tiempo. Y justo afuera, enraizadas a lo largo del sendero, las plantas sienten pasar las vibraciones de las pisadas de cientos de peregrinos que las dejan atrás, mientras caminan por su vida de aventuras y esfuerzos, así que abren sus pétalos para sentir el movimiento de los insectos, del viento, del aliento que nos entrelaza.

Notar los rostros de quienes nos reciben, intuir las historias que se reflejan en sus ojos mientras abrimos alguna conversación con ellos, y en vez de hacer un desaparición furtiva en la mañana, pedirles una foto para registrar los instantes de eternidad compartida.

Luego, alguna flor del camino encontraría la manera de trepar hasta mi sombrero para viajar un día entero acompañándonos hacia otras praderas, como lo hacen los insectos y el viento.

Los rituales nuevos que vamos haciendo los peregrinos, pueden convertirse rápidamente en acciones automáticas e inconscientes que van desdibujando la consciencia de la vida, a menos que estés dispuesto a refrescarlas con la intención de hacer una colaboración con la fuerza de la voluntad creadora, y así ser partícipe de la grandeza del universo.

Nuestros rituales fueron surgiendo orgánicamente, rasgando nuestras mochilas para transformarlas en alas dimensionales que nos hicieron volar por encima de la superficie pero profundamente conectados con los hermanos hombres y las hermanas flores.

Fue como por el segundo o tercer día, que mientras íbamos caminando notamos que una mujer paseando por el sendero que costeaba la playa, iba recogiendo flores silvestres en el camino. Ella iba bastante más adelantada que nosotros, pero me daba cuenta como de vez en vez se detenía para incorporar a su ramillete alguna otra flor que asomaba su rostro por entre la maleza de la orilla del camino.

Poco a poco fuimos acortando la distancia que nos separaba y mientras yo iba muy atenta notando las flores que había seleccionado, identificando las mismas del camino y descubriendo nuevas que ella había pasado por alto. La cuestión es que pensé en cooperar con su ramillete, así que también detuve mi propio camino para arrancar de su planta una flor que me pareció hermosa y que podría bien completar su ramillete.

No hubo oportunidad de regalarle esta flor en particular, la perdimos en alguna vuelta del camino, así que me quedé con ella en las manos, me giré hacia Oscar con una sonrisa y le dije que esa flor había pensado regalarla como una ofrenda, pero quizá ésta flor en realidad deseaba caminar al otro valle y yo me había convertido en sus piernas, así que le pedí la acomodara junto mi oreja. Tomo la flor de mis manos mientras me devolvía la sonrisa y la sujetó en mi sombrero de peregrino.

A partir de ese día, y cada día de nuestro camino, nuestro rito fue que en algún momento de la mañana me encontraría con una nueva flor a la orilla del camino, y la hacía subir hasta mi el costado de mi rostro en complicidad con Oscar. Se convirtió en un momento sagrado de comunión entre nosotros y la naturaleza del camino. Un escuchar el llamado mudo de participar con otras voluntades, también invisibles y que solo pueden ser intuidas.

Nuestro ritual con los rostros fue Oscar quien lo trajo a la vida. Con su carácter amigable y generoso, supo desde el primer día conectar totalmente franco y hermoso con el otro ser humano que nos recibía para refugiarnos de la lluvia, de la noche. Sin dejar pasar desapercibido su esfuerzo, su historia, conectamos para conocer qué es lo que lo motivaba a estar ahí, estacionado en la orilla viendo pasar el flujo constante de peregrinos, como peces llamados por la fuerza de la naturaleza que nadan subiendo por el río hacia su destino. Ellos son a la vez nuestros testigos, pero más que eso, nuestros benefactores. El camino está dispuesto a mostrarte ésta conexión solidaria con los rostros de los hospederos, sonrientes y cansados.

Los hermosos rostros que nos reciben han sido ellos mismos peregrinos en otro momento, y ahora el agradecimiento se manifiesta en su generosidad altruísta al acoger al caminante. Pero son algo más que el rol que protagonizan en ese momento, son historias que con nuestro ritual aprendimos a hacer entrañable más allá de las palabras y los conceptos.

Mira en éste collage a ver si puedes saber de tu propia manera, captar éste espíritu del que hablo:

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Nayeli caminando con perros

Esta mañana he despertado con una pequeña deficiencia de sueño. Nada grave, pues el fin de semana dormí suficiente, aunque también es cierto que en estos días en que el calor ha estado extremo, la deshidratación nos hace sentirnos más cansados.

A pesar de que el día es claro, y se espera otro día de calor y sol, mi estado de ánimo inicia francamente abatido. Apenas y tengo energía para hacer mi práctica de yoga, y sólo termino por terminar, sin mucho entusiasmo por ello, sin esfuerzo y sin flexibilidad. Pero termino.

Estoy de mal humor.

Salgo a caminar con los perros con poca o nada paciencia hacia ellos, a sus jalones para estudiar con profundidad un olor en alguna parte del camino. Me irrita que se detengan en seco. Mi caminar no es rápido, es más bien un caminar resignado y molesto.

Me doy cuenta que ellos no tienen la culpa. Afortunadamente, su actitud no cambia; siguen felices de caminar y sacar sus narices de paseo.

Siento mi rostro serio y enojado. Soy mindful de como siento la tensión en mi cuerpo, el entrecejo fruncido, la boca seria casi con desprecio. No me importa. Estoy de mal humor. Aunque una parte de mi se siente culpable porque no comparto con mis perros el gozo del paseo, porque los regaño y les limito las exploraciones olfativas.

Al llegar a casa me dejo caer en el asiento para quitarme los zapatos. Todo me irrita. Pero lo estoy permitiendo. Esta sensación desagradable está aquí... no recuerdo como es estar de buenas. No me importa.

Empieza a asomarse una extraña tristeza por este enojo. Una parte de mi, muy pequeña todavía, empieza a sentir compasión por el enojo. Está ahí. La noto pero es muy pequeña, el enojo continúa.

Me enfrento a las horas del día sin entusiasmo, mas bien con pesadumbre y fastidio. Reconozco mi hábito, el deseo de evasión. Sin embargo tengo cosas que tienen que ser atendidas, mi desayuno y el de los perros. Ojalá no fuera así, pero no hay escapatoria.

Investigo: ¿qué hay más profundo en este estado de ánimo? ¿porqué estoy de malas? Estas preguntas van en sentido contrario a mi inicial deseo de evasión, pero ya las he formulado. Ahora no puedo dejar de investigar... ¿qué pasa?

Si pudiera mandar todo al carajo, lo haría; incluso este ver profundo. Sólo encuentro silencio, un poco aliviada, porque eso permite que el fastidio continué; aunque no del todo, ahora me doy cuenta nuevamente que hay más compasión por este sentimiento. “ojalá no fuera así, ojalá estuviera bien, ojalá fuera feliz”

Esta compasión da espacio a una respuesta que empieza a asomarse. Lo que hay abajo de esto es temor. Tengo miedo a lo que viene: Me enfrento a ciertos cambios en mi agenda, y en mi economía.

La práctica de la atención plena (mindfulness) no significa que los malos días, los estados de ánimo desagradables, las dificultades, no sucedan. Simplemente me hago más consciente de que están ocurriendo, como es el caso ahora con el enojo. En un primer análisis uno se topa de frente con sus expresiones, justo ahí, justo ahora: cómo se siente mi rostro, cómo se siente mi cuerpo y su energía. Hay un reconocimiento que lo permite, y lo acepta... Curiosamente esto parece abrir la puerta para ver un poco más a profundidad algunos aspectos del enojo, por ejemplo, cómo afecta a otros. Cómo actúo con mis perros: con fastidio, con enojo, con intolerancia. Y sigo consciente del efecto hostil en mi y su respuesta inocente de parte de ellos.

En este primer momento también me doy cuenta claramente cómo el enojo lucha por mantenerse y fortalecerse, encontrar razones, o justificaciones (no necesariamente razonables) de su manifestación: “hace calor, no he dormido bien, nada sale como debería, me voy a quedar sin trabajo... etc.”

Este primer nivel de reconocimiento es verbal de las causas y condiciones burdas manifiestas. Y claramente puedo ver cómo la irritación es como la sombra sobre un muro de una figura mucho más pequeña. (Recuerdo una escena de JRR Tolkien: Sam sube las escaleras de Cirith Ungol para rescatar a Frodo, mientras su sombra se proyecta en la pared como un gran guerrero que viene a acabar con los orcos. Se ve más fiero de lo que realmente es. Así es este mal humor seco y reseco dentro de mi)

Toparme con la realidad del amor incondicional de mis perros, con su alegría sin sospechas, hace que me sienta un poco culpable de mi brusquedad y fastidio, aunque sigo sosteniendo el enojo sin que ceda. Es como si la ternura intentara colarse por algún recoveco de mi conciencia oscurecida. El simplemente darle espacio a esta obscuridad le da cabida también a estas grietas por donde intenta colarse algo más... la compasión.

El enojo no es un estado de ánimo que se rechaza o se empuja. Se acepta y se recibe. Se observa porque tiene un mensaje para mi.

Empiezo a darme cuenta de un segundo nivel: Abajo de este enojo hay temor, miedo de lo lo que sigue, del futuro incierto.

Y ya no hay vuelta atrás. La irritación sigue luchando por prevalecer, los viejos hábitos que la sostienen intentan activarse, ese hábito de evadirme, de no conectar realmente, de no ver. Pero como digo, ya no hay vuelta atrás, la compasión, ese deseo que conecta con el dolor del sufrimiento y con el amor que desea el bien, se ha hecho presente a pesar de todo.

Esto da espacio a algo mucho más profundo. Sí claro, en primer análisis hay miedo del futuro, de la incertidumbre. Pero la verdad es que hay algo más, algo más antiguo. Me doy cuenta de que este temor al futuro es otra justificación. Sí hay temor, pero mi temor es no ser suficientemente buena como para ser aceptada y reconocida. Es una lucha infantil de ser querida, reconocida y aceptada por mis padres, y haber sentido en algún momento que no fue así. Es una herida vieja que ahora puedo atender con ternura.

Entonces así se van despejando varia capas; abajo del enojo del calor y el cansancio, está el temor a lo incierto, pero abajo del temor a lo incierto está un temor y un dolor. A no ser suficiente.

Ahora puedo atender esto. Ahora que lo veo tengo las herramientas en mi conciencia para lidiar y ver claramente. Este es el poder de mindfulness. Deshizo el enojo y el fastidio descubriendo el temor más profundo, sin empujarlo ni rechazarlo, sino recibiéndolo totalmente y amorosamente.

La práctica empieza a surtir efecto; los momentos difíciles no dejan de suceder, los asaltos de emociones turbulentas no dejan de suceder, pero ya no soy secuestrada todo el día por ellos, sino que son la puerta del aprendizaje personal. Tal como lo hacemos en la práctica formal de meditación. Surge, está presente y se desvanece.

Y cuando se desvanece realmente, he aprendido a soltar y dejarlo ir, llegando así la luz a espacios internos que habían permanecidos ocultos, acariciando heridas antiguas, llenándolas de descubrimientos, amor y compasión.

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La ciencia del asombro. La ciencia de aquello que nos sobrecoge, nos maravilla y nos transporta. Es tomar vuelo agarrados del asombro que la magia de la naturaleza produce. Esto se ha convertido en un campo de estudio dentro de la ciencia y ahí empieza la maravilla. “es una emoción que nos hace más humanos” dice David Delgado estratega visual  en el laboratorio de propulsión de jet de NASA quien tiene a su cargo, junto con Dan Goods el museo de lo asombroso y maravilloso.

Efectivamente, Sentir ese sobrecogimiento que nos maravilla es una emoción intrínseca del ser humano, que expande su mente y sus capacidades. Es una emoción que necesitamos cultivar para estar bien, pero sobretodo que es maravilloso cuando se experimenta. Es esa experiencia de cuando nos encontramos ante la presencia de algo vasto, que trasciende el entendimiento que teníamos del mundo.

En el mundo moderno parece que, cada vez menos, estamos en contacto con aquello que nos causa admiración; y más con lo que nos estresa. Perdemos de vista que “El universo está lleno de cosas mágicas esperando pacientemente que nuestro ingenio se agudice.” -Eden Phillpotts

¿Qué se necesita para tener esta experiencia humanizadora? no mucho. Solo abrirse a la posibilidad y encontrar en el mundo que nos rodea el chispazo de sobrecogimiento. Surge fácilmente cuando entramos en contacto con la naturaleza tal como es: Los campos abiertos, los desfiladeros entre montañas, las cascadas incansables, los árboles milenarios, la profundidad de los océanos, el mundo de lo microscópico, ¡el universo entero!. Pero también las experiencias entre otros seres humanos que nos acercan a la expansión y a lo infinito en una mirada de contacto profundo, en una caricia de millones de palabras, en un aroma que nos transporta en el tiempo, en un sonido que nos eleva hasta el cielo.

Y bueno, tengo que decirlo: la práctica de la meditación pone la mesa, para que estemos en contacto con esta experiencia.  Practicar meditación te pone en la marca, te alista para... tocar lo infinito, para expandir la conciencia, para intensificar la experiencia presente y vibrar en sobrecogimiento maravillado de lo que nos rodea.

Pero no es la única llave.

Aquí en donde entra el campo de la ciencia que estudia lo que nos sobrecoge, y nos hace inmensamente insignificantes al mismo tiempo que nos expande a la totalidad. Y así salimos de nosotros mismos para penetrar la magia de lo posible.

Como decía, entrar en contacto directo con la naturaleza provoca el asombro, pero sin duda también podemos provocar esto al navegar por internet a sitios que aluden a esta experiencia. (Sitios como Greater good, NASA, TED) Son oportunidades para toparme con conferencias y artículos que me invitan a volar agarrada del asombro y el  misterio de la naturaleza ejerce.

Uno de estos encuentros cibernéticos sucede al escuchar la plática de  David Delgado en donde nos habla de cómo abrir la mente hacia las cosas mágicas. Al hacerlo, nos permitirnos rasgar la mente a las preguntas abiertas. Cuando te topas con cosas que no puedes abarcar, logras experimentar esa sensación tan humana del asombro. El campo de la astronomía es particularmente fértil para ello. Su charla nos invita, a entre otras cosas,  hacernos la pregunta ¿qué es todo lo que existe en el universo?.  Una fascinante respuesta que encontramos es que éste consiste sobretodo de Energía oscura (73%) materia oscura (23%) Gas intergaláctico (3.6%) y el resto, el tan solo el .4%  de lo que existe en todo el universo, lo compone todas las estrellas, con todos sus sistemas y lo que contienen. -Michelle Thaller ¡Solo el .4% Wow!

David nos dice: Lo que resulta asombroso de todo esto, es que cuando hablamos de materia y energía oscura… eso oscuro es algo que no sabemos qué es. La mayor parte del universo es una pregunta abierta, sin respuestas todavía. Y es justo ahí en donde se encuentra la magia. El universo está lleno de magia, de maravilla, de misterio y asombro.

De repente te descubres viviendo este sentimiento humano que agudiza la mente, y que es un talento, una capacidad con la que hemos nacido, pero que estamos perdiendo porque no le ponemos atención.

Necesitamos quitarnos el velo que llevamos encima, para tener una probadita, una manera de conectarnos nuevamente a esas cosas significativas de lo que existe. De lo que és.

Te invito pues mirar profundo y encontrar la experiencia del asombro que abre las puertas al infinito

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prismas_de_coloresSiempre me ha costado trabajo poner en palabras, en blanco y negro, lo que pienso y lo que siento en determinado momento. Las palabras y el orden que requieren para que tengan sentido me suelen parecer limitantes ante el universo de pensamientos y sentimientos que me abordan momento a momento: Prismas movidos por el viento, efectos de lupa por las gotas de lluvia entre rayos de sol y sombras móviles, todo esto haciendo arcoíris, luces y vacíos.

 

Acompañame mientras te platico, con analogías e imágenes por dónde he andado.

 

Hace algunos días realmente estaba sintiéndome como en el fondo de una cañada obscura. Como si una gran montaña se hubiera trepado sobre mi cabeza, definitivamente más grande y pesada que una simple sábana de depresión. Más ahogadora que la tiniebla dentro de un pozo, y sin embargo, más ligera. Más sutil.

Algunas cosas parece que llegan a un impasse antes de que empiecen a moverse nuevamente hacia adelante. Saber ésto nos puede librar de muchos apuros. El forzar las cosas no siempre funciona, es más, a veces es una pérdida de tiempo y de energía.

 

Aún así es difícil vivirlos. Ese sentimiento de atascamiento gris, en donde no me siento cómoda, y en donde el siguiente momento de esperanza parece elusivo. La realidad es que la experiencia de frustración, ansiedad, impaciencia, duda y tristeza no son agradables.

 

Uno de los aprendizajes de mayor relevancia cuando nos entrenamos con la meditación y el mindfulness es darte cuenta que es posible conocer las propias emociones de diferentes maneras dependiendo de cómo ponemos atención.

 

Aprender a conocer también incluye, por supuesto, aprender a dejar ser, tal cual es. En vez de correr a buscar una solución, en vez de agregar más ansiedad a la incomodidad, aprendemos a relajar un poco el ansia por encontrar un arreglo, y permitir que se exprese en toda su riqueza aquello que no es para nada agradable.

 

Practicar regularmente la meditación te va haciendo más diestro para navegar estos momentos incómodos en donde no parece haber escapatoria. La imagen que viene a mi cabeza es como estar en una barca en medio de las olas, siendo arrastrado y tambaleado por los pensamientos y las emociones. Estos parecen vientos y corrientes más allá de nuestro tan ansiado control. Pero con la práctica seremos como capitán de éste navío, que ha aprendido a maniobrar su atención, y es capaz de librarse del hundimiento; de forma que es hábil para guiar su nave de regreso hacia aguas más calmas. La vida tiene muchas tormentas.

 

Quedé atrapada en el fondo de esta cañada obscura, enmedio de torrencial tormenta de sentir lástima por mi misma: me encuentro sin trabajo y sin ver claramente alguna opción viable de generación de ingreso. Varias oportunidades fueron solo fantasía, varias otras no son claras, de hecho no estoy segura si éste es el camino correcto con respecto a mis opciones y decisiones. Me encuentro a la espera, desde hace meses de respuestas a proyectos que me entusiasman. Una persona querida comete suicidio y esto tiene un efecto de gran impacto emocional, sobretodo en este momento. Mi esposo también está sin empleo, y los gastos de vivir siguen sumándose. Los amigos parecen lejanos, ni siquiera tengo el ánimo de buscarlos. No hay para atrás ni para adelante. Y encima de todo, sin esfuerzo, te encuentras con noticias de abusos de poder en el gobierno, de despilfarros extravagantes de funcionarios impunes, matanzas y asesinatos, conflictos en el país, en la región. Vecinos insolentes.

 

La práctica de mindfulness nos permite hacer un cambio significativo en aquello a lo que le ponemos atención al redireccionarla pro activamente. Por ejemplo, podemos enfrentar nuestras experiencias desde una perspectiva “narrativa” o desde una perspectiva “experiencial”. Las investigaciones de la neurociencia muestran que este cambio de atención tiene efectos tangibles en el funcionamiento de nuestro cerebro y en nuestra mente, de tal forma que el entrenamiento en la meditación permite que este nuevo esquema neuronal ocurra aún en la presencia de pensamientos y sentimientos desalentadores o tristes.

 

De esta manera mindfulness me ayuda a crear un espacio para que la manifestación de las emociones dentro de mi misma coexistan, moviéndose juntas para generar poco a poco una mayor capacidad de elección y bienestar.

 

El patriarca Chino Seng Ts'an dijo: “Si quieres conocer la verdad, no mantengas opiniones a favor ni en contra, y la verdad se revelará por sí misma”

 

Primero es darse cuenta de dónde estás, como decía, sin hacer caso al impulso casi automático de correr para arreglarte, sino descubriendo las minucias, las capas y las sutilezas de lo que es real en el momento.

 

Esto permite que se vea con claridad estas dos maneras diferentes de procesamiento: Una es un modo narrativo: Aquella en donde fácilmente nos quedamos atrapados dándole vuelta sin salida al mismo tema, autoreferencial, entrando en una espiral descendiente que fácilmente nos conduce a la depresión. El otro es un modo experiencial en donde nos damos cuenta del dolor, del estrés, del sufrimiento, del descontento en el momento que surge, sin agregarle nada y sin quitarle nada, con las sensaciones físicas con las que se liga, esto nos da la oportunidad de ver cómo es circunstancial, cómo encaja en un patrón mucho más amplio, esto a la vez nos da perspectiva y oportunidad.

 

Frecuentemente no hay más que hacer. No hay oportunidad nueva que se presenta y permanezco solo ahí, como testigo. La perspectiva sigue siendo atascada y gris, pero curiosamente dentro de un contexto más amplio. Para mi, fueron al menos dos semanas sintiéndome en lo profundo del pozo. Pero consciente del pozo. No hay mucho que hacer, ni para atrás ni para adelante. El cuerpo está sin energía, las lágrimas brotan sin esfuerzo, arrastramos los pies y el cuerpo se mueve como melaza, sin embargo, también son como olas, es móvil, sube y baja. En momentos está mejor, en momentos es inaguantable. Resisto ahí. Observando.

 

En otro estudio realizado por Norman Farb y sus colegas en pacientes con depresión recurrente, encontraron justamente cómo estos dos distintos modos de procesamiento de darnos cuenta que se entrena con la práctica de la meditación, es un elemento importante para salir de la espiral que conduce hacia la depresión. Nuevamente, las correlaciones neuronales en el cerebro son tangiblemente medibles. En esta ocasión la experiencia corroboradora es muy personal.

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Es difícil permanecer en este estado pesimista y abrumado, es difícil sostenerlo con compasión y con curiosidad. Sin embargo, haciendo una analogía astronómica, en la profundidad de la obscuridad nocturna, podemos de hecho, ver más lejos que de día. Podemos ver las estrellas, mucho más lejanas que las nubes y los colores atmosféricos de nuestro cielo. Y al ver tan lejos, vemos hacia el pasado, en donde permanecen silenciosas muchas respuestas a la espera de ser encontradas.

 

Llega el momento en donde las verdades se alumbran. Surgen pensamientos más equilibrados, la calma se ha hecho presente y con ella llegan revelaciones.

 

Poco a poco se ilumina el panorama. El trabajo va teniendo efecto y se ha logrado un mayor entendimiento personal, me siento más confiada nuevamente, yo tengo en el puño el timón de mi barca. De repente las noticias que atiende la atención son buenas, y el cuerpo va recuperando su energía. La esperanza se fortalece, y los colores son más vívidos.

Encuentro que puedo ponerme a compartir, a hacer el esfuerzo de poner en palabras el viaje oscuro de la tristeza y el desánimo que termina con un cielo que empieza a abrirse.

Relájate al momento presente. Permite que el milagro se manifieste justo bajo tus narices. Este instante de ahora no tiene ninguna duración, sin embargo contiene todas las causas del pasado y está creando el futuro. Todo se junta para ser este momento, y se desvanece delante de tu percepción conforme el misterio del siguiente momento aparece. Como siempre está el momento presente, este es eterno.

Cada momento te presenta con una opción abierta, y con la libertad para que tu elijas la dirección en que continúa.

En el encuentro del momento, se expresa la pregunta ¿cómo me estoy construyendo?

La naturaleza del ahora es franco a la vista, y podemos darnos cuenta tanto de esto, tanto en el momento material, como con nuestras propias experiencias. El poder simplemente reconocer la naturaleza del momento presente nos puede llenar de maravilla, gratitud y magia.